El 42% que considera que la inflación es el principal problema del país merecería una explicación menos condescendiente. O más respetuosa.
Alberto Fernández puede cambiar muchas cosas, como transformar de un día para otro su enemistad con Cristina Kirchner en idolatría. Pero está claro que si algo el Presidente no modificará jamás es su capacidad para enredarse con sus propias palabras, pronunciadas en general en tono profesoral.
Lo hizo apenas asumido con las filminas comparativas del coronavirus, lo hizo después con los brasileños “salidos de la selva”, lo hizo con los cordobeses a los que consideró extranjeros… La lista -sólo de estos dos años y tres meses en el cargo- es larga de verdad.