Ya no eran tres sino dos jueces: un rato antes, Julieta Makintach había salido en su camioneta desde el estacionamiento con rumbo desconocido. Acababa de ser expulsada del estrado por sus mismos colegas del tribunal. Dos hora de cuarto intermedio después, Maximiliano Savarino, el presidente del TOC 3, y la vocal Verónica Di Tommaso, pidieron a las partes que propusieran cómo seguir con el juicio en el que intentan determinar las circunstancias de la muerte de Diego Maradona. La Fiscalía planteó que se sortee un nuevo Tribunal. Esa idea, que tuvo adherencia de la mayoría de las partes, guarda dentro de sí una consecuencia: todo volvería a cero con nuevos jueces. Es algo así como plantear una nulidad pero obviándola.
Julieta Makintach había formado mayorías. Por ejemplo, dispuso el allanamiento a la Clínica Olivos y ese allanamiento produjo prueba. “El 50% de la decisión la tomó Makintach. ¿Vale o no vale?”, preguntó Patricio Ferrari, el fiscal, a viva voz. Con el voto de Makintach también se produjo la detención de Julio Coria, el custodio de Maradona. “Cómo será validado ese testimonio”, siguió Ferrari. Para el fiscal, la posibilidad de designación de un nuevo juez no corresponde. Ese magistrado debería ver y oir las 19 audiencias, no regiría para él la inmediatez necesaria de los testigos, de la prueba. El Tribunal está, para la fiscalía, “contaminado”: “A veces hay que dar un paso para atrás para dar dos para adelante. Después de lo que vimos respecto de Makintach, los actos quedaron teñidos de sospechas. Deben designarse nuevos jueces hábiles para que prosigan con el proceso”.
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